El vínculo entre el clima y la emoción
Cuando hablamos de Yoga y emociones, solemos imaginar la practica, las posturas y la respiración. Pero detrás de cada práctica existe un contexto más amplio: el del entorno que nos rodea. Y ese entorno cambia constantemente. Uno de los errores más comunes es pretender que podemos mantener la misma rutina y nivel de energía durante todo el año, ignorando cómo el clima y los ciclos naturales nos afectan a nivel biológico y emocional.
Desde la perspectiva del yoga y otras tradiciones ancestrales como el Ayurveda, somos seres profundamente conectados con los ciclos de la naturaleza.
Esto no es poesía, es fisiología. La luz regula nuestra melatonina y serotonina, el frío ralentiza el metabolismo, el calor lo acelera, y todo ello tiene un impacto directo en cómo nos sentimos y nos movemos. La energía que fluye en nosotros está sincronizada con lo que ocurre fuera. Negarlo o intentar mantener un mismo ritmo constante es ir contra la corriente natural de la vida.
Cuando adaptamos nuestra práctica al entorno estacional, todo cambia. La práctica se vuelve más coherente con nuestras necesidades, más significativa y alineada con el entorno. Empezamos a sentir que el yoga no es una rutina fija, sino un diálogo constante con nuestra naturaleza.
El cuerpo como espejo de los ciclos: ¿cómo nos afectan las estaciones?
Nuestro cuerpo reacciona mucho antes que la mente a los cambios. Pueden aparecer sensaciones de inestabilidad emocional, digestiones más lentas o necesidad de más (o menos) sueño. Y eso no es casualidad: somos organismos sensibles a la luz, a la temperatura, a la humedad.
En mi práctica personal, he notado que cuando no escucho estas señales mi energía se agota más rápido y mi mente se llena de ruido.
Lo que sentimos, apatía, agitación, inquietud, expansión, recogimiento, pueden ser señales valiosas de nuestro estado interno. Si en primavera te sientes inquieta o incluso algo irritable, no es porque estés haciendo algo mal: es tu cuerpo respondiendo al deshielo emocional. Si en invierno estás más introspectiva, no es debilidad: es inteligencia somática.
Yoga nos invita a reconocer esos mensajes antes de que se acumulen. En vez de imponer una secuencia por inercia, preguntarnos: ¿Qué necesita hoy mi energía? ¿Qué pide mi respiración? ¿Qué tipo de movimiento me armoniza con el entorno?
Esa es la escucha profunda que convierte la práctica en un espacio de cuidado personal.
Emociones y estaciones: un mapa para comprenderte mejor
Las estaciones son mucho más que temperaturas. Son pulsos emocionales que nos atraviesan, muchas veces sin darnos cuenta. Si has sentido tristeza en otoño sin un motivo claro, o exaltación en primavera sin causa aparente, ya has vivido esto.
Cada estación trae consigo una energía particular que despierta emociones específicas.
Y cada emoción es una invitación: el otoño nos invita a soltar; el invierno a recogernos; la primavera a despertar; el verano a abrirnos. No se trata de encasillarse, sino de reconocer patrones sutiles que pueden ayudarnos a vivir en mayor sintonía con nosotros mismos.
Cuando entendemos que lo que sentimos está en diálogo con la estación, dejamos de pelearnos con nuestras emociones.
Este mapa emocional, integrado al yoga, nos permite cultivar compasión hacia lo que sentimos, y ajustar la práctica a lo que realmente necesitamos.
Pranayama estacional: tu respiración como ancla
La respiración es una herramienta increíblemente poderosa para regular el sistema nervioso. En cada estación, cambia la forma en la que respiramos de forma inconsciente: el frío del invierno tiende a cerrar el pecho; el calor del verano agita la respiración. Por eso, el pranayama estacional no es solo un recurso más, es una necesidad fisiológica.
La respiración es un puente directo entre el cuerpo y la mente.
Cada técnica de pranayama no solo trabaja el cuerpo físico, sino también el emocional y energético. Por ejemplo, Nadi Shodhana, al equilibrar hemisferios cerebrales, resulta perfecta en momentos de transición emocional como los equinoccios. Kapalabhati, al activar el fuego digestivo y limpiar toxinas, es ideal para salir del letargo invernal. Sitali y Sitkari, al refrescar el sistema, son esenciales para regular el “fuego emocional” del verano. Y Sama Vritti, con su ritmo simétrico, es perfecta para cualquier momento de inestabilidad.
Cuando haces del pranayama un hábito consciente y estacional, puede ayudarte a orientarte mejor en lo que estás viviendo emocionalmente. No solo respiras mejor, sino que entiendes lo que está pasando dentro de ti sin necesidad de analizarlo demasiado. Porque a veces, lo que necesitamos no es pensar más sino respirar mejor.
Meditaciones estacionales: conectar con lo que la estación te pide
La meditación estacional nos invita a observar el presente desde el lugar en el que estamos: el tiempo externo y el tiempo interno. ¿Cómo está el cielo? ¿Cómo está tu ánimo? ¿Qué sientes que se está moviendo en ti?
Cada estación tiene un tema emocional dominante que puede guiar nuestra práctica meditativa:
- Otoño: soltar, dejar ir, agradecer el ciclo vivido.
- Invierno: reconectar con el silencio interno, cultivar la introspección.
- Primavera: visualizar nuevas ideas, abrir espacio para lo que quiere nacer.
- Verano: celebrar, expandirse, cultivar gratitud.
Cada estación trae una energía distinta, y nuestra meditación puede acompañar esa energía para facilitar la conexión con el presente.
La belleza de la meditación estacional es que no busca cambiar nada, solo observar. No se trata de empujar emociones fuera, sino de invitarte a sentarte con ellas. Como quien se sienta en un banco del parque a mirar el cambio de las hojas o el florecer de una rama.
Es ahí donde el yoga, en su forma más esencial, ocurre: cuando dejamos de resistir y empezamos a sentir.
Asana estacional: adaptar la práctica a tu clima emocional
Uno de los mayores errores al practicar yoga todo el año es hacerlo de forma mecánica, sin considerar el estado físico y emocional que traemos en cada estación. El asana, las posturas, no son solo ejercicio físico: son herramientas de ajuste emocional.
La práctica de yoga, cuando se adapta con sensibilidad a estos ritmos, puede ser una herramienta poderosa para equilibrar cuerpo, mente y emociones durante cada transición estacional.
En otoño, el cuerpo necesita enraizar y soltar. Las posturas de pie sostenidas, como Virabhadrasana I o Trikonasana, ofrecen estabilidad emocional. Las torsiones suaves ayudan a liberar el exceso de pensamientos y emociones acumuladas.
En invierno, lo ideal es una práctica suave y profunda: posturas restaurativas como Supta Baddha Konasana, Balasana o Paschimottanasana favorecen el recogimiento emocional. Son momentos para sentir el sostén del suelo, reconectar con la pausa.
En primavera, el cuerpo pide moverse, limpiarse, renovar la energía. Aquí entran bien los saludos al sol suaves, Utkatasana, Twists dinámicos y secuencias tipo vinyasa que permiten mover lo estancado y florecer.
En verano, necesitamos refrescarnos, regular el calor interno. Las posturas de apertura como Anahatasana, Setu Bandhasana y Supta Matsyendrasana ayudan a liberar la tensión acumulada. También los balances de brazos ligeros y las extensiones de columna si hay suficiente energía.
El asana no debe ser un reto físico, sino un espejo emocional. Practicar con conciencia estacional es practicar desde la escucha, no desde la exigencia.
Diario emocional: observarte en palabras
El diario emocional es, para mí, una de las herramientas más valiosas de autoconocimiento. No solo porque permite vaciar la mente de lo que pesa, sino porque te ayuda a reconocer patrones emocionales cíclicos.
Escribir no se trata de hacer un análisis profundo es, ante todo, una práctica de presencia y honestidad.
Una buena práctica estacional es escribir al inicio y al final de cada estación, respondiendo preguntas simples pero poderosas como:
- ¿Qué siento más frecuentemente en esta época del año?
- ¿Qué estoy necesitando de mí?
- ¿Qué partes de mí florecen? ¿Cuáles se retraen?
- ¿Qué deseo dejar ir con esta estación?
Con el tiempo, empezarás a notar que hay emociones que se repiten cada año, que hay hábitos que reaparecen, y que tu sistema emocional responde a ciertos ritmos con bastante precisión. Esto te permite diseñar un autocuidado más honesto, realista y compasivo.
Autocuidado desde el mat: rituales según el clima
El yoga no termina cuando enrollas la esterilla. Todo lo que haces después, lo que comes, cómo duermes, cómo te hablas, forma parte de tu práctica. El autocuidado estacional es clave para que la práctica tenga un efecto profundo y sostenido.
El yoga fuera del mat empieza aquí: en cómo te hablas, cómo te tratas y cómo adaptas tu vida a lo que verdaderamente necesitas.
En otoño, el autocuidado se enfoca en el orden, la nutrición cálida, las infusiones digestivas, y el descanso emocional. Establecer rutinas ayuda a calmar el sistema.
En invierno, el cuerpo pide calor, abrigo, comida sustanciosa, menos pantallas y más quietud. Las siestas breves, las meditaciones cortas, las velas encendidas y los baños calientes son aliados.
En primavera, necesitamos detox físico y emocional. Comer más verde, movernos al aire libre, limpiar espacios y relaciones.
En verano, el autocuidado se trata de bajar el ritmo, protegernos del exceso de fuego (interno y externo), practicar el gozo sin culpa, y buscar sombra emocional cuando lo externo es demasiado.
Cuando el autocuidado es estacional, deja de ser una imposición y se convierte en un gesto de amor verdadero hacia ti.
Yin yoga y estaciones: el arte de ralentizar
El yin yoga es probablemente la práctica más terapéutica para transitar estaciones emocionales intensas. Su enfoque pasivo, de posturas sostenidas en el tiempo y con bajo esfuerzo muscular, permite que el cuerpo “suelte capas” físicas y emocionales que a veces ni siquiera sabíamos que estábamos cargando.
No necesitamos fórmulas complicadas, solo disposición para parar y estar.
En otoño e invierno, el yin yoga es una invitación directa al recogimiento y a la escucha.
En primavera y verano, el yin también es útil para bajar la velocidad, prevenir el exceso de movimiento, y mantener el centro estable mientras todo afuera se expande.
El yin no es solo relajación, es una forma de restaurar el equilibrio emocional desde lo más profundo. Y cuando se practica en sincronía con las estaciones, se vuelve una medicina precisa.
Vivir el yoga más allá de la esterilla: la rendición al ciclo vital
El mayor regalo que me ha dado el yoga estacional es enseñarme a rendirme al cambio. No como resignación, sino como sabiduría interna: aceptar que todo tiene su tiempo, su ritmo, su fase.
Cuando dejamos de luchar contra el ritmo natural de la vida y empezamos a fluir con él, algo muy profundo se transforma.
Esto se traduce en no forzarme a producir en invierno, no agobiarme si me canso más en verano, no preocuparme si lloro en otoño, ni si me disperso en primavera. Lo entiendo como parte de estar viva.
Vivir el yoga más allá de la esterilla es aceptar que tú también eres naturaleza. Que tu tristeza no es un error, tu entusiasmo no es un desborde, tu necesidad de pausa no es pereza. Son estaciones emocionales. Son parte del ciclo.
Y el yoga, cuando se vive así, se convierte no en una rutina, sino en un mapa para atravesar tu vida con más autenticidad.